El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa que se ha posicionado como la causa más común de demencia senil.
En el mundo encontramos a millones de afectados que presentan síntomas muy similares y que se ven condicionados, así como su círculo cercano, quien trata en la mayoría de los casos de buscar alternativas para sobrellevar la situación.
No es una enfermedad descubierta recientemente, pero sí una de las que más incógnitas presenta. Por ello, son cientos de investigadores lo que están inmersos en la carrera para descubrir una cura o, al menos, una solución para frenar los síntomas.
Es importante mencionar que no es algo que vayan a padecer todas las personas seniors, aunque sí es el factor de riesgo más conocido y que llega con el paso de los años. De hecho, los últimos datos confirman que la mayoría de las personas que padecen Alzheimer tienen más de 65 años.
Aunque cada caso es único, los expertos señalan una serie de etapas que casi siempre se dan cuando se detecta esta enfermedad:
Dificultad para recordar información: es el primer síntoma. El cerebro, al igual que el resto del cuerpo, va cambiando a medida que envejecemos. De hecho, lo normal es notar una capacidad de pensamiento más lenta y, en determinadas situaciones, dificultar para recordar ciertas cosas. No obstante, la confusión, la pérdida de memoria grave y otros cambios importantes no son normales y pueden ser síntoma de Alzheimer.
A medida que avanza la enfermedad, el paciente comienza a desorientase con cierta frecuencia, a presentar cambios en el humor e incluso en el comportamiento. El círculo más cercano lo notará en acciones tan básicas como el confundir nombres de personas.
Si vamos un paso más allá, veremos otras dificultades que se reflejan en el habla, al ingerir alimentos e incluso al caminar.
Llegados a este punto, los expertos piden una diferencia entre Alzheimer y otros problemas de salud, ya que esta enfermedad no es la única que provoca pérdidas de memoria. Es importante acudir a un especialista en cuanto se detecten los primeros síntomas, sobre todo si tenemos en cuenta que éstos aparecen mucho antes de que nosotros los externalicemos.
El cerebro cuenta con cien mil millones de neuronas aproximadamente. Éstas se conectan unas con otras para formar redes de comunicación y cada grupo tiene una función asignada: algunos ayudan a pensar, otros a aprender, a recordar, a oler, a escuchar…
Vamos a utilizar un ejemplo sencillo para entender cómo funciona este órgano: para que un trabajador pueda hacer bien su trabajo, necesita contar con las herramientas necesarias. Un costurero no puede confeccionar una prenda si no cuenta con los alfileres y las telas necesarias. Pues el cerebro funciona exactamente igual: si una parte de toda esta gran empresa falla, el resto comenzará a presentar problemas también ya que no se puede llevar a cabo el trabajo.
Así es como creen los expertos que nos afecta el Alzheimer: si hay una avería y no se consigue reparar a tiempo, ésta se extiende.
La teoría ya lleva desarrollada unos cuantos años, le problema es que los investigadores no consiguen descubrir dónde empieza este fallo.
Que no esté claro cómo atacar a la enfermedad de raíz no significa que no se hayan dado pasos hacia adelante.
La Tomografía por Emisión de Positrones (PET) es una de las pruebas más extendidas en el mundo sanitario. Ésta es una técnica avanzada que permite observar el funcionamiento metabólico y la actividad bioquímica del cerebro… en resumidas cuentas, ofrece imágenes detalladas del órgano que el experto médico desee.
En el caso del Alzheimer, se utiliza para tratar de detectarlo a tiempo ya que proporciona información crucial de cómo el cerebro se está desarrollando. Algunos estudios apuntan, incluso, a la posibilidad de captar alteraciones patológicas veinte años antes de que el paciente manifieste los primeros síntomas.
Llevarla a cabo no es tan sencillo como aquí parece, no obstante, ha supuesto un auténtico antes y después ya que, hasta su implantación, el cerebro del paciente se analizaba una vez ya había fallecido.
Otra de las pruebas médicas que se realiza es la resonancia magnética (RM). Funciona con un imán y proporciona información exhaustiva de los tejidos blandos. Es una de las técnicas más empleadas ya que nos permite obtener imágenes de alta resolución de posibles anomalías cerebrales asociadas con el deterioro cognitivo leve (DCL).
Además, y una vez que la enfermedad ya esté en un estadio avanzado, también se puede utilizar para conocer el grado de daños que padecen las distintas áreas del cerebro.
Aunque se han mencionado solo dos técnicas, lo cierto es que hay otras tantas pruebas que los especialistas llevan a cabo para detectar con antelación el Alzheimer. Encontramos, por ejemplo, la Tomografía Computarizada por Emisión de Fotón Único (SPECT) que es similar a la primera prueba explicada pero utilizando diferentes marcadores radioactivos con el objetivo de evaluar el flujo sanguíneo en el cerebro; también se utilizan análisis de sangre y del líquido cefalorraquídeo.
Además, desde la irrupción de la Inteligencia Artificial en la sociedad, se están desarrollando modelos predictivos que analizan grandes volúmenes de datos de imágenes cerebrales, genética y biomarcadores para predecir el riesgo de Alzheimer.
De igual modo, los investigadores continúan buscando nuevas técnicas que nos ayuden a detectar esta enfermedad lo más pronto posible.
Uno de los últimos avances llegaba desde León. En su universidad se presentó un estudio genético centrado en las distintas variaciones del gen de riesgo ApoE, que es al que más se vincula con el Alzheimer. El objetivo de este es descubrir si existe un biomarcador que permita detectar la enfermedad antes de que aparezcan los primeros síntomas.
La ciencia sigue avanzando y, como hemos visto, lo hace de la mano de las nuevas tecnologías.
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